Cada vez que salías de viaje con amigos y veían una casa en el medio de la nada jugaban a ponerle precio el vivir por unos meses aislado. Fue así que cuando te ofrecieron el trabajo, la curiosidad ganó y aceptaste el puesto de guardabosques en la montaña durante el invierno. Te dan comida, botiquín, acceso a comunicación para mantener contacto y en caso de emergencia. Además de una cantidad importante de entretenimiento para los próximos 6 meses de dura soledad.
Sos la única persona en 200 km a la redonda, la única manera de llegar al parque es en helicóptero ya que no hay caminos y sólo cuando hay buenas condiciones climáticas.
La cabaña es de unos 60 metros cuadrados, originalmente preparada para dos personas (pero el presupuesto solo alcanzó para uno). La entrada da a un living-comedor-cocina. La primera parte tiene una chimenea, un sillón cómodo y un ventanal con vista al valle, la cocina es completa (cuando viste el lavaplatos te preguntaste si alguna vez la ibas a usar, después te enteraste de que es obligatorio porque consume menos agua y usa menos jabón que el lavado a mano). No hay gas, todo es eléctrico gracias a los paneles solares en el techo. Finalmente el comedor tiene una mesa con un armario con cubiertos, platos y vasos y al costado una biblioteca con todos los libros. Por un pasillo se llega al baño, a los dos cuartos y a una oficina que decidís no usar ya que no tiene una linda vista como el living. Afuera hay una galería y detrás de la casa, saliendo por la cocina, hay un pequeño jardín y lugar para una huerta.
Los primeros días se hacen difíciles; después de haber vivido en la ciudad durante años, se extraña el ruido, o más bien, el silencio te resulta extraño. Sin embargo a medida que pasan la semanas te acostumbrás, al punto en que el ruido y el silencio cambian sus roles. Aprendés a cocinar, te entretenés creando nuevas recetas y las escribís en un libro. Aparte llevás un diario donde registrás todas tus vivencias (además del que te exigen por trabajo).
Ya acostumbrado a la rutina decidís construir un pequeño refugio para dormir alguna que otra noche antes de que el frío lo haga imposible. Querés vivir todo lo posible en esta experiencia única.
Sorprendentemente en 10 días tenés listo tu pequeño albergue, incluyendo una cucheta improvisada con ramas y hojas,pero dejás pasar unos días para probar si resiste.
Mientras tanto, volvés a tu cabaña, hacés los preparativos y continuás con tu rutina:
Te levantás a las 6:00, todavía de noche te bañás para despabilarte y vas a desayunar. Dos tazas de café con leche, un huevo revuelto con pan que horneaste el día anterior, una naranja y una rodaja más con la mermelada de manzana casera. A las 8:00 salís bien abrigado a hacer tu ronda con una taza térmica de té para mantener el calor. Cada día vas a un punto distinto para poder cubrir el perímetro del parque lo que hace que tengas cuidado para no perderte.
A las 14:00 estás de vuelta y almorzás algo de carne de las reservas congeladas. A veces cocinás a la cacerola, otras asada. Una vez que está todo limpio, si el camino fue difícil y cansador dormís una siesta, sino te dedicás a escribir, a leer afuera si el clima lo permite, a escuchar música o a trabajar en la huerta que debe prepararse para el invierno. A las 17:00 una taza de té, pan y manteca o mate y bizcochos de grasa. Luego una hora de trabajo en informes que se envían por mail y cerca de las 18:30 ya estás libre. Por lo general a las 20:00 empezás a preparar la comida. Tratás de comer liviano y de ser posible, que no sea carne. Mientras comés ves una película, serie o las noticias. Por supuesto que no todos los días son así de estructurados, hay días en los que salís a correr, aprovechás tu permiso de pesca en la laguna que tenés cerca, estudiás para mantenerte actualizado en tu trabajo, revisás el inventario de comida o hacés algún video contando tus experiencias para subir a internet.
Finalmente revisás tu refugio y está en perfectas condiciones. Si bien no va a ser la noche más cómoda, te entusiasma. Preparás todo lo necesario y antes de que baje el sol salís para allá.
Es una noche perfecta, con cielo despejado y un viento norte que ayuda a que no sea tan fría. Prendés un fuego para calentar el refugio y tener algo de luz. Aunque extrañes tu familia y amigos, te encontrás disfrutando de este retiro de la sociedad.
Mirás el reloj y son las 7:00. Te quedaste dormido, pero solo por una hora. No te preocupa, nadie te apura. El día se desarrolla con sus actividades normales, sólo que a la tarde decidís volver al refugio para ver cómo mejorar la aislación en las paredes, reforzar el techo y qué se puede hacer con el piso. Para tener un proyecto a largo plazo (que quizás no llegues a usar, ya que la idea no es quedarte otra temporada más).
Los días siguen pasando y si bien no dejás de disfrutar este tipo de vida, ya empezás a pensar en lo que vas a hacer cuando vuelvas: volver a tu trabajo anterior una vez finalizada la licencia, juntarte con tus conocidos para contarles todo lo vivido, ¿te podrás readaptar a la ciudad? ¿extrañarás el bosque?
Cada tanto, cuando sentías ganas volvías al refugio a dormir. Solamente para variar un poco.
Una noche, en la cabaña, el ruido de siempre te despierta, al principio te levantabas a ver qué era: suena como si corriera agua, pero a los pocos segundos termina, pero ya acostumbrado a los ruidos nocturnos, volvés a dormir.
Una tarde, faltando una semana para volver, te sentás a leer pero no encontrás tus anteojos. Los buscás por todos lados pero no aparecen. Decidís ver una película.
Cuando termina te levantás del sillón para ir a la cama, ves la hora y son las 2:00 de la mañana. La chimenea se está por apagar y tirás un tronco grande para que dure. Pensás en que te va a costar levantarte al día siguiente pero por los fuertes vientos que hay afuera confiás en que va a llover o nevar y entonces vas a poder dormir un poco más.
Vas por el pasillo y suena una vez más ese ruido. Viene del baño. Entrás y descubrís de dónde viene: el agua corre en el inodoro como si hubieran tirado la cadena, pero nunca escuchaste que se vaciara el tanque, principalmente porque vos no lo usaste. Salís al pasillo y sentís una rafaga de viento seguido del ruido de un portazo. Las únicas puertas de la casa son la de la entrada y cocina que tienen brazo resorte para que quede siempre cerrada y no entre ningún animal, las de los cuartos -que ves qué están abiertas- y la de la oficina.
¿Qué hacés?
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