Empezó con una simple pregunta. Me encontré con Hernán en el casamiento de mi primo y cruzamos unas breves palabras sobre el curso de navegación que habíamos hecho. Un rato después, mi prima me dijo de salir a navegar el domingo y dije que sí sin dudarlo. Las peripecias de cómo entré al club las omito ya que no vienen al caso. Fue así como aquel domingo me encontré en mi primera salida a navegar no como alumno, sino como timonel (es decir, si pasaba algo era mi culpa). Hicimos todo el papeleo, verificamos que hubieran todos los elementos de seguridad necesarios y a la una estábamos saliendo del puerto en el Avan 660. O intentando, ya que no teníamos motor y en el canal no hay mucho viento. Todo iba muy bien: teníamos viento, sol y pocas olas. Cali, Cacu y Jose tomaban sol en popa y proa mientras Hernán y yo nos encargábamos de mantener el rumbo. Se nos pasó la hora de comer y decidimos hacer la maniobra de capa para que el barco se quede quieto. Muy fácil. Las chicas se tirar