Como los trenes, las buenas ideas llegan con retraso.
Giovanni Guareschi
Voy a contar algo que pasó ayer en el tren cuando volvía a casa. Si hay algo que me molesta, son esas madres hichapelotas que creen hacer todo lo correcto por sus hijos y molestan a las demás personas. Resulta que ayer me subí al tren y como de costumbre ya no hay lugar, me ubiqué lo mejor que pude, donde empieza el vagón contra una ventana -en la parte incómoda que están los enganches de los asientos que deberían estar-, dos personas ya habían ocupado los "lugares" sobre esos armarios raros así que me tuve que conformar con lo que había.
Arranca el tren, me cuelgo viendo los hipnóticos durmientes de las vías. Llega el tren a la próxima estación y yo seguía pensando en andá a saber que cosa, cuando entra una mujer vestida con unas botas de gamuza, un pantalón de corderoy y una campera de corderoy. Muy ridícula. Iba con un cochecito con una niña en el mismo y su otra hija haciendo ruido y me saca del trance.
Una de las cosas que me duelen de la escritura, es que a veces no se puede expresar con claridad ciertas cosas, verbi gratia el tono en que se dice algo. Intentaré describir lo mejor que pueda la situación pero no es garantía ya que está sujeto a la subjetividad de cada una de las personas.
Decía que entró la mujer se acomoda, y pregunta:
-¿alguien le puede dejar el lugar a la nena?- sin mirar a nadie de los cuatro tranquilos pasajeros y como que su pregunta iba a destinada a todos los del tren. Preguntó en un tono en el que parecía como que no era su hija, y que no le importaba, como cuando sube al subte alguien que necesita sentarse y todos los asientos están ocupados por varones entonces una mujer con bronca porque alguien sin razón alguna no le dejó un lugar dice enojada pero regocijada porque alguien va a perder el lugar (por más que el otro lo ceda con gusto): "hay un/a señor/a que necesita sentarse, alguien le deja un lugar por favorr? (acentúa la "r").
Una mujer se levanta y le deja el lugar, pero porque la habían puesto en una situación difícil, sino no se lo hubiera dado (totalmente de acuerdo con ella y creo que la mayoría de la gente hubiese pensado como yo). Pero ahí no termina la cosa, ahora la mujer, mirando a la señora más próxima a ella la mira y le pide permiso, pero la señora que estaba sentada sigue leyendo. La mujer vuelva pedir permiso y la señora le dice algo que no llegué a entender pero fue algo como:
-pedile el asiento a ti hija o quedáte parada y poné a tu hija de vuelta en el cochecito" (totalmente de acuerdo con ella y creo que la mayoría de la gente hubiese pensado como yo). "
-sos una maleducada ¿sabés?- respondió la mujer, y casi sin intervalo con el sabés siguió hablando y dirigiéndose a la otra persona- Permiso.
La otra mujer se levantó y le dejo el lugar al lado de la señora del libro.
Pero ahí no termina la cosa, la mujer después de hacer paso dejó el cochecito y empezó a decirle a la señora del libro:
-Sos una facho, una mal educada.
Ahí fue cuando el resto de los espectadores que presenciábamos el bochorno, nos empezamos a reír, la mujer que le había dejado el lugar a la otra me vio y me hizo un gesto con la cara como diciendo "que hinchapelotas". A mí me causó más gracia que a los demás creo y esperaba que la mujer diga algo a alguno de los que se había reído. Pero no pasó nada. Si me decía algo a mí, le iba a responder.
Volví a mi trance inducido por más vías hasta que llegué a mi estación, me bajé del tren y fin de la historia.
Giovanni Guareschi
Voy a contar algo que pasó ayer en el tren cuando volvía a casa. Si hay algo que me molesta, son esas madres hichapelotas que creen hacer todo lo correcto por sus hijos y molestan a las demás personas. Resulta que ayer me subí al tren y como de costumbre ya no hay lugar, me ubiqué lo mejor que pude, donde empieza el vagón contra una ventana -en la parte incómoda que están los enganches de los asientos que deberían estar-, dos personas ya habían ocupado los "lugares" sobre esos armarios raros así que me tuve que conformar con lo que había.
Arranca el tren, me cuelgo viendo los hipnóticos durmientes de las vías. Llega el tren a la próxima estación y yo seguía pensando en andá a saber que cosa, cuando entra una mujer vestida con unas botas de gamuza, un pantalón de corderoy y una campera de corderoy. Muy ridícula. Iba con un cochecito con una niña en el mismo y su otra hija haciendo ruido y me saca del trance.
Una de las cosas que me duelen de la escritura, es que a veces no se puede expresar con claridad ciertas cosas, verbi gratia el tono en que se dice algo. Intentaré describir lo mejor que pueda la situación pero no es garantía ya que está sujeto a la subjetividad de cada una de las personas.
Decía que entró la mujer se acomoda, y pregunta:
-¿alguien le puede dejar el lugar a la nena?- sin mirar a nadie de los cuatro tranquilos pasajeros y como que su pregunta iba a destinada a todos los del tren. Preguntó en un tono en el que parecía como que no era su hija, y que no le importaba, como cuando sube al subte alguien que necesita sentarse y todos los asientos están ocupados por varones entonces una mujer con bronca porque alguien sin razón alguna no le dejó un lugar dice enojada pero regocijada porque alguien va a perder el lugar (por más que el otro lo ceda con gusto): "hay un/a señor/a que necesita sentarse, alguien le deja un lugar por favorr? (acentúa la "r").
Una mujer se levanta y le deja el lugar, pero porque la habían puesto en una situación difícil, sino no se lo hubiera dado (totalmente de acuerdo con ella y creo que la mayoría de la gente hubiese pensado como yo). Pero ahí no termina la cosa, ahora la mujer, mirando a la señora más próxima a ella la mira y le pide permiso, pero la señora que estaba sentada sigue leyendo. La mujer vuelva pedir permiso y la señora le dice algo que no llegué a entender pero fue algo como:
-pedile el asiento a ti hija o quedáte parada y poné a tu hija de vuelta en el cochecito" (totalmente de acuerdo con ella y creo que la mayoría de la gente hubiese pensado como yo). "
-sos una maleducada ¿sabés?- respondió la mujer, y casi sin intervalo con el sabés siguió hablando y dirigiéndose a la otra persona- Permiso.
La otra mujer se levantó y le dejo el lugar al lado de la señora del libro.
Pero ahí no termina la cosa, la mujer después de hacer paso dejó el cochecito y empezó a decirle a la señora del libro:
-Sos una facho, una mal educada.
Ahí fue cuando el resto de los espectadores que presenciábamos el bochorno, nos empezamos a reír, la mujer que le había dejado el lugar a la otra me vio y me hizo un gesto con la cara como diciendo "que hinchapelotas". A mí me causó más gracia que a los demás creo y esperaba que la mujer diga algo a alguno de los que se había reído. Pero no pasó nada. Si me decía algo a mí, le iba a responder.
Volví a mi trance inducido por más vías hasta que llegué a mi estación, me bajé del tren y fin de la historia.
Comentarios
atte.-
Diegote
andresfels@yahoo.com
Por desgracia viajo todos los días en el tren y vivo a menudo estas situaciones y como vos muchas de esas veces, cuando no me da fiaca, me pongo a pensar sobre esto. A mi tmb. como a esta mujer, muchas veces me da mucha bronca que varios "hombres" se hagan los dormidos o los que no se dan cuanta. No soy de pedir el lugar, porque uno nunca sabe porque no estan dando el lugar o si realmente no se dieron cuenta, entonces ponerlos en una posicion incomoda no me gusta, como no me gusto cuando me lo hicieron mas de una vez sin que me de cuanta. El problema es que no podemos confiar en la honestidad, en la sinceridad, en la caridad del otro, y muchas veces nos vemos obligados a pensar que no lo esta siendo. Lo cual es bastante lamientable. Se que ya me extendio demasidado, pero una vez me dijiste que nunca escribia, asique ahora lo hago para compensar. Si todos nos procupamos por cambiar esta situacion generalizada y nos empezamos a preocupar por el otro, la gente va a dejar de desconfiar y se van a evitar todas estas situaciones incomodas. Gracias flandorsio por tus comentarios.