Una de las cosas de las que siempre voy a estar orgulloso es de haber logrado es haber podido comer en clase. Pero no hablo de cualquier comida, nada de eso. Cualquiera se mandó un chicle en clase y lo pegó abajo de la mesa cuando perdió el gusto, cualquiera comió galletitas, turrón, caramelos o incluso un bocado de sanguche de la comida del medio día, aunque un poco riesgoso por el olor que dejaba. Nada de eso. De lo que yo hablo es de picadas. Si, yo orgullosamente puedo decir que hacía picadas en clase. Aceitunas, salamín, quesito, pan, unas papas fritas, e incluso leber eran ingredientes esenciales en las picadas.
No fue fácil, y fue un proceso de cambio. Recuerdo comenzar compartiendo lo que comprábamos en el kiosko en el recreo o lo que traíamos de casa, una tita, un alfajor, pastillas varias, etc.
Luego nos dimos cuenta que ciertas cosas no eran buenas para comer en clase. Por ejemplo los 3D's, largaban mucho olor y se corría el riesgo de que nos descubrieran. Más adelante incorporamos las pastillas de menta para disimular un poco, Smint eran las de la época.
Hasta que un día alguno cayó con salamín. La idea gustó y se fueron incorporando más cosas hasta llegar a la picada per se. Se llevaba todo cortado desde la casa, nada de sacar tabla y empezar a cortar, nonono. Una vez se cometió el error de no llevarlo cortado y apareció un pedazo e bondiola en la otra punta de la clase.
Pero como todo momento de gloria, aquellos días terminaron. Pasamos a secundaria y ya no nos sentábamos juntos, las constantes amenazas de los buitres que querían participar aumentaban día a día y los víveres escaseaban. Pero no hay que quedarse con lo malo, recordemos entonces los gloriosos días de picadas en clase.
y algo así era la cosa... |
No fue fácil, y fue un proceso de cambio. Recuerdo comenzar compartiendo lo que comprábamos en el kiosko en el recreo o lo que traíamos de casa, una tita, un alfajor, pastillas varias, etc.
Luego nos dimos cuenta que ciertas cosas no eran buenas para comer en clase. Por ejemplo los 3D's, largaban mucho olor y se corría el riesgo de que nos descubrieran. Más adelante incorporamos las pastillas de menta para disimular un poco, Smint eran las de la época.
Hasta que un día alguno cayó con salamín. La idea gustó y se fueron incorporando más cosas hasta llegar a la picada per se. Se llevaba todo cortado desde la casa, nada de sacar tabla y empezar a cortar, nonono. Una vez se cometió el error de no llevarlo cortado y apareció un pedazo e bondiola en la otra punta de la clase.
Pero como todo momento de gloria, aquellos días terminaron. Pasamos a secundaria y ya no nos sentábamos juntos, las constantes amenazas de los buitres que querían participar aumentaban día a día y los víveres escaseaban. Pero no hay que quedarse con lo malo, recordemos entonces los gloriosos días de picadas en clase.
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