El Ombudsman, Runoya como lo llaman en otras tierras, Mandala en oriente, trabaja. Trabaja a pesar de los golpes que recibe de abajo. El Ombudsman tal vez no pueda todo, pero intenta sembrar ese camino aunque no florezca.
He aquí que nos encontramos distanciados en tiempo de aquel 27 de diciembre, en que ocurrió la primera anécdota conocida del Ombudsman. Un hecho que ha quedado sin resolver, puesto que ni el Ombudsman ni Dee han sabido de Maxi desde aquel día. Tema que aqueja al Ombudsman ya que se siente responsable, por ser el defensor del pueblo claro está.
Fue así que nuestro Defensor decidió ir en busca de aquella persona que osó abusar de su confianza. Prudente como es, incapaz de ser atrapado dos veces con la misma red, se dirigió a la llamada Plaza Francia. Esta vez, sin más dinero que unas monedas para la vuelta. Escondió su teléfono en la media y sin iPod. Solo sus nuevas llaves, un lapiz y papelitos ocupaban sus bolsillos. Un libro en la mano. Era de noche, pero cerca de la misma hora que aquel caluroso día de diciembre, el Ombudsman se ubicó en el lugar de facto. Se sentó pero ese hombre a quien el Ombudsman buscaba no se presentó. Fue así que se encontraba solo una persona en la Plaza del barrio de Recoleta. Olvidose de la prudencia y se arriesgó quedándose, tal vez tentando al destino, pero nada pasó. Quedó solo, quizás más de lo que debía estar pensó, leyendo de las palomas que vuelan y no mueren.
Llegado el momento de partir, se tomó el 67 luego de una larga espera porque acababan de pasar dos frente a sus ojos y no había llegado a la parada aun. La plaza estaba desierta y el Ombudsman tenía que volver al sur.
Fue así que nuestro Defensor decidió ir en busca de aquella persona que osó abusar de su confianza. Prudente como es, incapaz de ser atrapado dos veces con la misma red, se dirigió a la llamada Plaza Francia. Esta vez, sin más dinero que unas monedas para la vuelta. Escondió su teléfono en la media y sin iPod. Solo sus nuevas llaves, un lapiz y papelitos ocupaban sus bolsillos. Un libro en la mano. Era de noche, pero cerca de la misma hora que aquel caluroso día de diciembre, el Ombudsman se ubicó en el lugar de facto. Se sentó pero ese hombre a quien el Ombudsman buscaba no se presentó. Fue así que se encontraba solo una persona en la Plaza del barrio de Recoleta. Olvidose de la prudencia y se arriesgó quedándose, tal vez tentando al destino, pero nada pasó. Quedó solo, quizás más de lo que debía estar pensó, leyendo de las palomas que vuelan y no mueren.
Llegado el momento de partir, se tomó el 67 luego de una larga espera porque acababan de pasar dos frente a sus ojos y no había llegado a la parada aun. La plaza estaba desierta y el Ombudsman tenía que volver al sur.
¿Qué habrá sido de Maxi? Aquel ladrón que no fue, ¿Habrá desaparecido del barrio? Probablemente nunca lo sepamos.
El Ombudsman no lo sabe todo, quizás el lector espere que sí. Quizás el lector esperaba que el Ombudsman se encontrara con Maxi, pero no sucedió. Serán los tiempos que están huecos de emoción, tal vez no. Por lo menos no perdió las llaves, instrumento de más útil para entrar a su casa... y más temprano vio como una horda de viejas se acercaba a la sala de exposiciones donde él se encontraba, huyendo justo a tiempo. Ah, ¿no sabías? Sisi, así fue. Se mandó al Malba y no tuvo mejor idea que ir en el momento de recorridas. Turistas por todos lados, viejas por doquier. Ignorantes que creían entender un cuadro cuando en realidad era el plano de evacuación. Mucho hay para observar además de arte en los museos. Más interesante sería ir con alguien, pero la gente no aprecia la cultura hoy en día...
Comentarios
Interesante un hombre que primero se dedica a hacer el bien en las calles, enfrentándose al peligro, y luego se sume en la silenciosa contemplación de la belleza para apaciguar sus ánimos.
Finalmente, claro está, todos los ladrones estaban en el MALBA aquella tarde, disfrazados de turistas y viejas.